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En los albores del tiempo, cuando las montañas de Japón eran hogar de espíritus errantes y los ríos serpenteaban como venas de energía que conectaban el cielo y la tierra, las criaturas sobrenaturales habitaban entre los hombres. En aquel entonces, el equilibrio entre lo humano y lo místico no era una mera leyenda, sino una realidad cotidiana.